26 de abril de 2016

Inmortal letanía

     Música recomendada en la que me he inspirado para ambientar el relato: https://www.youtube.com/watch?v=_nj-LnZqY-0

     Aún sigo tachando los días de este calendario terrestre. Apenas llevo un año en esta extraña nave, que ha pasado a ser mi hogar a pesar de la frialdad que la invade. Aquí, nada vive, nada muere: sólo existe. Lo único orgánico que hay en años luz a la redonda soy yo y la papilla gris congelada que ha constituido mi dieta estos últimos meses. He pasado doce meses en la embarcación, pero la relatividad me recuerda que en mi planeta natal el tiempo no pasa igual de rápido. Una hora en mi escondrijo conforma un día completo en la Tierra. Es por ello por lo que cuento cada día, cada hora, cada segundo que me queda para terminar con esta inmortal letanía.

     La última vez que abandoné el planeta en esta misión mi hija tenía solamente cinco años. Ahora, de vuelta a mi verdadera casa, no se si seguiré teniendo esposa y padres, o si mi hija habrá terminado la universidad, o si ya seré abuelo. Quizá no queden restos de la generación que dejé en el olvido. Era el candidato perfecto para esta misión de exploración jamás realizada. No es la primera vez que salgo al espacio exterior, pero sí la primera vez que me alejo tanto del Sistema Solar. Me planteo entonces si para cuando llegue a la Tierra ya existirán nuevas patrullas de reconocimiento espacial. Me planteo si este viaje ha sido en vano y si el pequeño progreso que he conseguido ya ha sido superado por la era tecnológica. Cuando llegue a la Tierra, seguro que las futuristas ciudades serán como siempre las imaginé. Aunque, cuando aterrize, espero encontrar algo de trabajo. Llevo demasiado tiempo esperando algo que jamás llego en este trayecto. Podré pintar mi casa, acariciar las arrugas de mi mujer y sentirme igual de joven que mi propia hija. Condenada relatividad temporal.

     Me aproximo al cristal principal de la nave. Parece el panorama de siempre: lleno de pequeñas estrellas y de vez en cuando alguna que otra roca que se encuentra fuera de su órbita. Según la velocidad que lleva la máquina, el paisaje debería ser diferente, y lo es, pero tanto tiempo aquí ha hecho que todos los segundos sean iguales. Meses arrestado en el vacío, perdido en el abandono de mi ser. No hago nada, me limito a escuchar el motor de mi billete de vuelta a casa y, en ocasiones, el sonido de mis pestañas al rozar unas contra otras. Reoriento la trayectoria de la nave, como y duermo; ciclo que jamás acaba. Ya no me siento humano.

     Después de contar dos semanas de viaje me inundo en el Sistema Solar, y vislumbro planetas conocidos. Apoyo los guantes en el cristal y acerco aún más mi fría y muerta cara al él. Incluso a lo lejos, siento el cálido abrazo de mis padres, la sonora risa de la pequeña y las caricias de mi amada. Pero más allá de eso, siento los rayos de Sol golpeando mi piel, haciéndome volver a sentir vivo. Mis pupilas se dilatan sorprendentemente, y comienzo a ver una serie de planos que estremecen mi ser. Contemplo los restos de la ahora oxidada Tierra. Vestigios de ciudades en llamas. Veo la destrucción de la raza humana y siento cómo cada ser vivo muere por dentro. Grito para salir de esta pesadilla, pero nadie me puede despertar, estoy solo y continuo teniendo visiones. El desbordamiento de los mares y la tonalidad oscura del agua. Civilizaciones destrozadas. Templos arrasados por la catástrofe. Restos de bosques ardientes que claman el auxilio de una Gaia* que murió hace tiempo. Y entre las ruinas del infierno contemplo una figura encogida en medio de la nada. Mira hacia el infinito. Me mira a mi, y yo le miro de vuelta. Soy yo en el reflejo de este cristal, pero allí abajo me retuerzo y me desgañito la garganta de rabia. Corrupta destrucción del ser humano, condenado progreso involucionista, maldita ambición mortal de nuestra raza. Corro desnudo por los escombros, y mis pies son cortados una y otra vez por las mismas piedras. Lo que pensaba que sería un hogar se ha convertido en un planetario cementerio, por donde ahora vago, siendo yo su sepulturero. Consumido planeta en ruinas que muere lentamente y cuya llama se disipa ante los rayos del ocaso. Sigo corriendo sobre cuatro patas a una velocidad abismal hasta llegar al ojo del huracán, la grieta que me conducirá a las llamas de este infierno. Grito por última vez, siento como mis cuerdas vocales se desgarran y me lanzo hacia el mar de llamas que acabará con esta inmortal letanía. Mientras caigo, lágrimas que se evaporan brotan de mis ojos. Y entre el silencio que efectúa el telón negro al pasar, me pregunto: ¿Qué es real?


     * Gaia: Significa "Tierra" en griego. En la mitología griega, Gaia era la diosa madre, quien presidió la Tierra.


 
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