6 de octubre de 2016

La primera mujer

      Música recomendada en la que me he inspirado para ambientar el relato: https://youtu.be/XgeKHTcufLY

     El amanecer dividido en dos segmentos. Uno de colores, cálido, perfecto, implacable. El otro, lleno de oscuras nubes y lo que posiblemente sea una gran tempestad. Despierto otro día más en el lado bueno del universo, en el paraíso. La primera mujer, fruto de la costilla del primer hombre y del ser superior al que llamamos Dios. Tenemos todo lo deseado y codiciado por cualquier animal. Todo excepto libertad. Nuestras alas se extienden a lo largo del Edén, pero no podemos volar más allá de sus paredes. ¿Qué clase de lugar perfecto es este? No existen reglas, leyes o condiciones, solamente una única e inmutable: no se debe probar el fruto prohibido, la manzana del árbol prohibido que custodia un astuto reptil de lengua bífida. Dios nos advirtió de ella y de cómo trataría de persuadirnos para probar su fruto. Si lo hacíamos, el paraíso caería corrupto y nosotros seríamos condenado a una vida plagada de desgracias por la ira del mismísimo. Ese maldito árbol no era más que otra prueba de sumisión hacia su poder.

     Se supone que todas nuestras necesidades están cubiertas, y aunque ni siquiera los predadores cazan ni las presas son cazadas, todo parece estar plenamente muerto. Desde el primer almendro eternamente en flor hasta la sonrisa de ese tal Adán que solo duerme bajo un olmo y tira piedras a un arroyo cercano; todo huele a putrefacción perfumada con el aroma del rocío de las rosas. El interior del muro no es más que un límite que Dios cree que no podemos rebasar, una manera más de limitar nuestra pura alma y de dejar de lado aquellos deseos destinados a la pasión y la insurrección. Maquilla la realidad del Edén con el carbón de las montañas de la periferia y la sangre de lo que se cuece más allá del muro. Y cada vez que miro lo que hay tras aquellas paredes, únicamente puedo ver oscuras sierras que se pierden entre las nubes y algunos ojos en la oscuridad que me llaman deseosos y me invitan a la libertad.

     La presión puede con mi cuerpo. Si hay un Dios verdadero, que castigue a este maldito diablo que disfraza el infierno de paraíso y que hace de los cementerios los pastos y los animales que mis ojos contemplan. Apesta a soledad y a muerte, y yo no aguanto más.

     Allí está ella, enroscada en las ramas del árbol, esperándonos, aguardando el momento del pecado, el momento de la verdad. Y mientras camino decidida hacia esa sucia serpiente, escupo sobre el nombre de Dios y el de ese hombre del cual de su costilla nací.

     Arranco de mis senos y pubis las hojas de parra que oprimen mis pechos y mi útero y las lanzo con rabia, sabiendo que florecerán en algo tan perfecto como yo. Me acerco a aquella de lengua bífida que osa al hombre a comer del fruto del pecado. Y me regocijo en mi ser, porque yo soy mujer. Arrebato del árbol la escarlata manzana, roja como la sangre que corre por el río. La serpiente se encuentra entorno a mi cuerpo, observando con ansias, y la miro con malévola sonrisa. A lo lejos, veo a Adán perplejo. Y con sus ojos sobre mi desnudo cuerpo, muerdo con desafío el fruto maldito.

     Caen los muros del Edén y miro al cielo gritando a ese Dios que condena el deseo. Que me consuma la ira y la corrupción de mi lujuria; que se desquebraje el cielo y la tierra en mil pedazos; que se levante el suelo y se descuelguen los árboles; que se muestre el sustrato del que estamos formados y que me devore el pecado. Estando todo en ruinas, siento tras de mí cómo arde el Edén, ahora transformado en el infierno que siempre fue.

     Camino hacia el frente, con determinación, sabiendo que el paraíso se quema a mis espaldas. La serpiente, formando parte ya de mi cuerpo, está tan satisfecha como yo. Y con astucia y garra recuerdo aquel primer mordisco a la manzana escarlata que en la mano aún estrujo. Pero sobretodo, recuerdo la satisfacción de romper el estigma de Eva, la primera mujer, y de condenarme al pecado.



     La imagen adjunta es un excelso dibujo que aún conservo de una querida amiga, MTK (Mey), cuyo arte fue fuente de inspiración para este relato.

    Con este breve post pretendía reflejar en líneas generales el simbolismo que para mí tiene la mujer, así como las razones por las cuales me parecen fascinantes cuanto menos. Así pues, este relato está dedicado a todas aquelles mujeres que, como Eva, rompieron el estigma.

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